martes, 25 de diciembre de 2012

Las cosas se han puesto muy difíciles para nosotros.

De algo estoy segura. 
No podrá quererle como le quería yo, no podrá adorarle de ese modo, no sabrá advertir hasta el menor de sus dulces movimientos, de aquellos gestos imperceptibles de su cara.
Es como si sólo a mí se me hubiera sido concedida la facultad de ver, de conocer el verdadero sabor de sus besos, el color real de sus ojos. 
Nadie podrá ver nunca lo que yo he visto. Y ella menos que ninguno. 
Ella, incapaz de amarle, incapaz de verle verdaderamente, de entenderle, de respetarle. 


Ella no se divertirá con esos tiernos caprichos.